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martes, 18 de abril de 2017

Oda al universo musical



El artista en su afán por representar ha pintado casi todo: desde historias, paisajes, retratos, hasta naturaleza muerta. Pero es curioso como cientos de pintores, de diferentes periodos artísticos, han mostrado especial interés por la temática musical representándola en innumerable cantidad de obras. Muchas de ellas mostraron a la música desde una noción extremista; o vinculada a lo religioso o asociada al pecado, el deseo y la lujuria.

Por Camila Reveco 
para Art Galaxie de Portugal 
desde Argentina




Artemisia Gentileschi



Artemisia Gentileschi


Artemisia Gentileschi



Si bien las diferencias son evidentes – pintura y música discurren por sentidos diferentes: vista y oído – la conexión entre ambas disciplinas existe desde el comienzo de los tiempos.
En la Prehistoria, el hombre en sus pinturas rupestres, intentó captar el ritmo y el movimiento de sus danzas rituales e incluso trató de simular el ruido de sus tambores. Músicos en plena ejecución aparecieron representados en tumbas del Antiguo Egipto, en cerámicas griegas, en bajorrelieves de la Mesopotamia… 
Todo hace pensar que los artistas plásticos siempre se han sentido atraídos por la magia de ese otro mundo - tan distinto al suyo – regido por el sonido, el ritmo y la armonía e intentaron plasmar de algún modo esos atributos en la tela. 


Los instrumentos por su parte también han sido fuente de representación desde siempre. Existen algunos que sólo por su diseño son una obra de arte y eso no escapa a los ojos de los artistas plásticos. El Renacimiento, por nombrar sólo un periodo, tiene muestras excepcionales en pinturas de Leonardo Da Vinci (que también supo inventarlos), Ércole de Roberti, Bartolomeo Passerotti, o Tiziano Vecellio; como también pasó durante el Tenebrismo (barroco), la Pintura Galante (rococó), o el expresionismo de Josef Michnia. 
Existen además bodegones musicales del pintor barroco italiano Evaristo Baschenis y, en Holanda, una camada de artistas pintó instrumentos acompañados por relojes, libros y cráneos porque la música – según la concepción que tenían– representaba el paso del tiempo. 
La guitarra, uno de los instrumentos más populares; el violín, con sus hermosos tonos rojizos y sus curvas y contra curvas; la flauta, que pese a la sencillez de su construcción (y su antigüedad) cuenta con infinidad de variaciones o el arpa, considerado como uno de los instrumentos más hermosos del mundo, se cuentan entre los más representados. 


¿De dónde surge pues la admiración que sienten los artistas plásticos por los músicos y sus instrumentos?
Cuando algo o alguien causan admiración en otro es porque dispone de atributos o propiedades notables, que impactan en éste de manera llamativa. Admirar supone una postura contemplativa - “contemplar”, del latín contemplari: “mirar atentamente” – que se orienta hacia el reconocimiento del misterio y de la grandeza del Hombre y el mundo que lo rodea.
Pero para el artista la capacidad de “admirar” cobra, además, una vinculación filosófica (según Aristóteles, la filosofía misma nació de la admiración) porque ésta le permite profundizar en aquellos temas que lo conmocionan de manera especial y satisfacer su curiosidad explorando lo desconocido.
El asombro, que nace de la admiración, implica evadirse de uno mismo, quedar “suspendido” para dejarse cautivar y atender sólo aquello que hace el otro de manera excepcional. Y es lo que sucede con la experiencia musical.
Quizás, el hombre moderno haya perdido, justamente, la capacidad de admiración y por ello le cueste tanto emocionarse de forma plena frente a las cosas más allá de su uso y razón. Afortunadamente, estas "Odas" - entendidas como una "admiración exaltada" - perduran en el tiempo como un eterno homenaje a quienes han aportado tanta belleza al mundo y nos recuerdan qué, más allá del ámbito, la vida también se celebra a través del reconocimiento al otro. 

Anexo:
Dos casos de obras que asocian a lo musical de distintas maneras. 

- En el panel de la derecha de la célebre y compleja obra “El jardín de las Delicias” del pintor holandés El Bosco, abundan las representaciones de instrumentos musicales que aparecen transformados en máquinas de tortura. Es la música asociada a lo peligroso y malo: el infierno de lo musical. 


-En “Los tres músicos” de Pablo Picasso aparecen representadas tres figuras sentadas una al lado de la otra. Son un pierrot que toca el saxofón, un arlequín con su guitarra y un monje que sostiene una partitura. Están acompañados por un perro. Si bien es una obra cubista, la gota de realismo puro se concentra en las notas musicales del pentagrama. Este cuadro, que recrea una atmosfera de bohemia y relajo, no es un caso aislado en la trayectoria del español. La temática musical venía ya desde su época azul y siguió siendo importante en toda su carrera.

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